Cuando no tenía pareja era algo que me perseguía, Si entraba en Mercadona parecía que estaba obligada a tener pareja y comprar el pastel del día de los enamorados, con esa empalagosa canción pegadiza que era incapaz de quitar de mi mente por días.

El corte inglés nos bombardeaba en la TV con anuncios que me hacían sentir un bicho raro, terminaba aborreciendo la idea tan bonita que tenía en mi cabeza de amor romántico.

Las joyería aprovechaban en la radio para recordarme que ese día debía ser importante para alguien y recibir un preciado tesoro. ¿Y si no hay nadie disponible para ti? casi peor aún, ¿y si hay alguien pero no es detallista?

Parece que  mientras más valioso es el regalo, más te desean o deseas. ¿Es entonces que tenemos que dejarnos el sueldo en ese días?

Pero un día llegué a la conclusión que NO ODIABA SAN VALENTÍN, pero sí la publicidad que se genera alrededor.

Esther me decía en una sesión-«En realidad, lo que me duele no es que las personas que hay a mi alrededor se quieran, No por favor, pero que no me molesten, que lo hagan en silencio».

Que la publicidad afloje un poco la idealización del amor romántico, pero no es solo el día de los enamorados.

A mi me encantaba el día de la madre, hasta que la perdí, en realidad me sigue gustando como un día especial destinado hacia ella, como ser que ha creado vida, pero los anuncios y la publicidad es lo que hace daño, te recuerdan que has hacer ese maravilloso regalo a una persona que no está contigo.

Por ejemplo, desde la pandemia, la compañía de alarmas Securitas Direct y otras, intentan generar miedo a las personas con segundas residencias o personas que viven en casas con fácil acceso. Su manera de vender es desde el miedo, una pareja manteniendo una conversación que hace que las personas se comparen y extrapolen esa información a su propio terreno, para generar desde el miedo, la necesidad de decirte, puedes sufrir un robo, ocupación o algo mucho peor.